Por Juan Luis Buchet
Cálida y dulce, sensible, fina, elegante y muy profesional. Así era Teresa Anchorena, amiga querida, catalogada como gestora cultural por su actuación destacada en distintos ámbitos del arte y de la cultura, especialmente después de su regreso de Francia con el retorno de la democracia en la Argentina. Tiempos de exilio (diez años!) que no olvidaba y la marcaron. Los evocamos en uno de nuestros últimos encuentros, recordando como, al igual que tantos argentinos en París, íbamos entonces a las hoy desaparecidas oficinas de Aerolíneas Argentinas en los Champs-Elysées, a leer los diarios que habían llegado en el último vuelo y nos informaban (supuestamente) sobre lo que pasaba en el país. Tiempos hoy remotos, de antes de Internet.
Teresa, que nos acompañó como jurado del Premio Radio France Internationale-Radio Cultura en la edición 2016 (Artes visuales), fue asesora del presidente Raúl Alfonsín, secretaria de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, legisladora porteña, directora del Centro Cultural Recoleta, directora de la Comisión Nacional de Monumentos, Lugares y Bienes Históricos, donde pudo y supo desplegar su pasión por el patrimonio y la defensa de la cultura argentina, como lo hizo también como directora de Artesanías y Patrimonio del Fondo Nacional de las Artes (FNA), su último cargo público, que desempeñó hasta su muerte, este jueves 28 de agosto, debido a una recaída de un cáncer que había superado hace unos años.
Velada con mucha emoción en la Legislatura porteña y luego homenajeada con gran calidez por el FNA y la Fundación arteba, siempre en presencia de sus hijos Luna, Clara y Mateo, Teresa Anchorena tuvo una vibrante despedida. La Dama del Patrimonio, de mirada clara y profunda, no suscitaba controversias. Querida por muchos y apreciada por todos, deja una estela brillante.